La devastación se exhibe por donde se mire. A lo largo de la ruta 334 que comunica a La Cocha con Taco Ralo, el camino se desdibuja por socavones enormes, el agua que aún se escurre por las banquinas y pedazos de alcantarillas desperdigadas por todos lados. Asoman los campos con cultivos de soja, trigo, maíz y zapallos tapados por el barro; y las casas de los vecinos que resistieron con hidalguía la fuerza de las aguas, pero que también muestran las secuelas de los golpes. Bien al fondo de la ruta, en el kilómetro 24, el río San Francisco le pone fin al recorrido. El cauce, que antes tenía 15 metros de ancho y un poco más de cinco metros de profundidad, ahora aparece con cerca de 200 metros de ancho y 25 metros de profundidad.
El río se transformó en un enorme cañón, tanto que a algunos les da vértigo y temor ubicarse a sus orillas. La creciente que inundó un tramo de 20 kilómetros de la 334, y que desde fin de marzo hasta ahora mantiene aún aislados a varios parajes de la zona, tuvo una ferocidad sin antecedentes.
“De las aguas nos salvamos de milagro. Cuando llegó apenas tuvimos tiempo para refugiarnos en algún sitio seguro. Después permanecimos 10 días sin poder salir; estábamos atrapados”, contó María Cristina Olivera.
Los parajes de El Palancho, Esquina, Puesto Los Pérez y El Mistol quedaron sin salida al abrirse unos 15 metros un canal que atraviesa la ruta en el kilómetro 14, hacia el oeste. Al este, en tanto, explotó el San Francisco y nadie puede pasar a Taco Ralo. Las personas damnificadas por las inundaciones son más de 2.000.
LODO. Las aulas de la escuela 191, de El Palancho, quedaron con una capa de al menos 20 centímetros de barro. la gaceta / fotos de osvaldo ripoll
Vialidad de la provincia improvisó un paso con tubos de cemento en el kilómetro 14 y ahora los vecinos pueden salir hacia La Cocha. “Estamos acostumbrados a padecer anegamientos, pero este fue el más catastrófico. Aquí todo es destrucción. Las aguas bajaron desde Catamarca sin freno porque los desmontes no dejaron árboles en pie”, comentó Fernando Farías. “Aquí se perdieron cientos de hectáreas de soja, trigo, maíz y zapallo. Todos los cultivos quedaron bajo el barro. Las aguas también se llevaron animales. La naturaleza nos está castigando feo”, añadió el hombre.
De acuerdo a los lugareños, desde hace más de 20 años vienen reclamando a los gobiernos de la Provincia y de la Nación obras hídricas que contengan el enorme volumen de agua que baja de Catamarca sin control ni canales adecuados. “Los productores desmontaron para cultivar y ahora las crecientes pasan por medio de sus fincas y nuestras casas. Ellos pierden parte de sus producciones, pero no sufren lo que sufrimos nosotros aquí. Es que ellos viven en la ciudad en medio del confort y ni se enteran de lo nuestro”, apuntó María Cristina Olivera.
Tras la inundación, permanecen sin dictar clases las escuelas 191 de El Palancho y la 184 de Puesto Los Pérez. La primera es la que más acusó el paso de la creciente. El acceso de alcantarilla quedó destruido y las aulas con una capa de unos 20 centímetros de lodo. “Podríamos regresar a clases la semana próxima si se arregla la entrada y se limpian las aulas. Nos preocupan los 90 chicos que tenemos inscriptos. A todos se les da desayuno y almuerzo”, comentó una docente.
El drama se acentúa para los jóvenes que estudian el secundario y el terciario en Taco Ralo.
La posibilidad de que se rehabilite un paso a través del San Francisco, por ahora es incierta.
“Cuando este río no tenía más de 15 metros y carecía de un puente seguro, nos costó años de gestión para lograr que se construyera uno. Ahora que se lo llevó el agua y quedó con 200 metros de largo, no sé si llegaremos a estar con vida cuando se levante otro” planteó Adrián Farías.
PASO IMPROVISADO. Con alcantarillas habilitaron la 334, en el kilómetro 14.
“El Ejército vino por aquí a instalar un puente Bailey, pero era de apenas 45 metros. Ni ellos podían creer cómo se había abierto este río”, añadió.
El intendente de La Cocha, Leopoldo Rodríguez, dijo que iba a plantear la situación del San Francisco ante las autoridades nacionales. “Se podría lograr la construcción de un paso a través del Plan Belgrano”, conjeturó.
“Podríamos abandonar este lugar e irnos a vivir a otro lugar más seguro. Pero todos estamos muy arraigados a este suelo. Nadie sabría qué hacer en otro pueblo o ciudad”, expuso Adrián Farías.